miércoles, 30 de marzo de 2016

¿Cuánto podemos ganar?

No debería. ¿Qué es lo que no debes? Yo lo tengo claro. Debo mirarte, debo tocarte, debo hablarte, debo besarte como he deseado hacerlo en cada uno de nuestros encuentros. ¿Deber? Yo debo hacer lo que siento. Y tu… Pregúntatelo, ¿Qué es lo que debes hacer tú? Escúchate, escucha a esa voz de dentro...

Puedes mirar hacia otro lado, fingir que no está pasando. Hazlo. Esta sensación se quedará en un simple recuerdo. Si, esta sensación que sabes puede llenarte.
Quédate si quieres con tu cordura y tu control. Ese control que te hace frenar emociones que permíteme que lo diga, tal vez hacía tiempo que no sentías. Frena, frena para que ese miedo que sientes no se vea reflejado en ninguna de tus acciones, o tal vez…en tus no acciones. Lo siento, lo intentas, pero aunque tú no lo hagas,  irremediablemente, tus ojos sí  hablan.

Llegados a este punto, no sé si estarás con las manos en la cabeza o tal vez te habrás puesto los zapatos y habrás cogido las llaves para huir. Tranquilo, relájate. Por momentos nos imaginamos más de lo que es, así que de verdad, date la oportunidad de conocer y ser conocido. Dejarse conocer a veces te da muchos momentos de satisfacción, incluso uno mismo descubre aspectos de si mismo que nunca nos habíamos imaginado.
 Y si, la realidad es que exponer todo esto sin imaginarse las palabras GANAR o PERDER resulta casi imposible. Podemos perder, si, pero te has planteado ¿Cuánto puedes, podemos ganar? Es muy difícil encontrar a un valiente con el traje impoluto.

Leí hace unas semanas una frase que me hizo reflexionar donde se exponía la idea que todo el mundo se merece escuchar alguna vez en su vida un: ¿Sabes qué?, me la juego contigo. Sentir que la otra persona no ve más opción que tú, que todo lo demás queda en un segundo plano, que tú seas su apuesta. Increíble.
Al leerlo sonreí porque lo bonito de la vida son las experiencias que nos hacen crecer y vivir. Y como me dijo un gran amigo una vez; cuando perdemos, no perdemos una pareja, un sueldo, un partido… lo que verdaderamente perdemos en la vida son oportunidades.

(Abrazados, mirándose a los ojos).
-          Hay muchas veces que hubiera hecho muchas cosas, me habría dejado llevar, pero no debo, sabes que no debemos.
(Ella le besa)
-          Lo siento, pero yo sí que hago lo que debo. 


(Y fue un beso de esos que parecen no tener fin.) 


martes, 15 de marzo de 2016

¿Sabrá la fuerza del corazón escapar de la razón?

Y no recuerdo aquella sensación que me producías. Ni tampoco tu olor. No recuerdo el sonido que emitía tu risa, ni tan siquiera tus manías. Me olvidé también de esa fecha marcada durante meses en mi calendario y en mi cabeza. Sí, me olvidé...o no. 
Apareces con esa mirada tan tuya y me revuelves mi adentro. Mi adentro, ese que creí que había muerto, justamente contigo, justamente por ti. 
Y reaparecen las miradas y las sonrisas cómplices. De nuevo esa sensación, parece no haber pasado el tiempo. El tacto de tu piel, tu olor...para nada olvidados. 

No consigo acordarme de porqué tú estás allí y yo aquí, de porqué esto dejó de ser. Como dice el gran poeta J. Sabina; "Lo bueno de los años es que curan heridas lo malo de los besos es que crean adicción". Será eso, heridas cicatrizadas y tus besos, de esos difíciles de olvidar.


Y cae la noche, inesperada, impredecible, mágica. Vistas de la ciudad. Tu abrazo. Nuestras manos enlazadas. “De ti depende y de mi que entre los dos siga siendo ayer noche, hoy por la mañana”. Tu sonrisa. Tu mirada. Tus besos. Tus palabras.

 Y de nuevo, el pulso. Horas dejando hablar a esa voz de dentro. Tal vez mejor no la dejemos hablar mucho, la cosa puede complicarse. ¿Sabrá la fuerza del corazón escapar de la razón? O mejor, no. Tal vez ahora no toque hacerse preguntas.