Y no recuerdo aquella sensación que me
producías. Ni tampoco tu olor. No recuerdo el sonido que emitía tu risa, ni tan
siquiera tus manías. Me olvidé también de esa fecha marcada durante meses en mi
calendario y en mi cabeza. Sí, me olvidé...o no.
Apareces con esa mirada tan tuya y me
revuelves mi adentro. Mi adentro, ese que creí que había muerto, justamente
contigo, justamente por ti.
Y reaparecen las miradas y las sonrisas
cómplices. De nuevo esa sensación, parece no haber pasado el tiempo. El tacto
de tu piel, tu olor...para nada olvidados.
Y cae la noche, inesperada, impredecible,
mágica. Vistas de la ciudad. Tu abrazo. Nuestras manos enlazadas. “De ti
depende y de mi que entre los dos siga siendo ayer noche, hoy por la mañana”.
Tu sonrisa. Tu mirada. Tus besos. Tus palabras.
Y de nuevo, el pulso. Horas dejando
hablar a esa voz de dentro. Tal vez mejor no la dejemos hablar mucho, la cosa
puede complicarse. ¿Sabrá la fuerza del corazón escapar de la razón? O mejor,
no. Tal vez ahora no toque hacerse preguntas.
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