Atrévete a definirme la palabra
felicidad, atrévete y dime que tomar decisiones es fácil, que siempre tienes
claro la opción correcta y que después no aparecen las dudas. Corre y dime que
no has sentido angustia por lo perdido, aun sabiendo que estás haciendo lo
correcto.
Dime, dime que es para ti la
rabia, la ira, la frustración, la decepción o incluso dime, dime que es para ti
la idea de destino. Ven, atrévete y cógeme la mano, convénceme que siempre
hay una salida, que no se debe tener miedo al acantilado que asoma en el
horizonte.
Mírame a los ojos y dime que ves.
Cansancio, decepción, dolor, desilusión. Qué ilusa, al fin y al cabo, los
causantes de sentir esa decepción somos nosotros mismos al ponernos altas
expectativas sobre algo/alguien. No me gusta lo que veo, no me conformo, quiero
más.
Y ahora, si no me vas a mirar
así. Deja mi mano. Dime tú, que todo lo sabes y que a la vez todo ignoras,
dime la respuesta.
S.C
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